viernes, 27 de marzo de 2015

Impasse

Siempre me ha fascinado la palabra impasse, así tal cual, tomada del francés, que más que por la traducción literal que se suele hacer como punto muerto (y que aparte de la significación relacionada con la economía y la empresa), que me parece feísima, me gusta por su significación de pausa, de momento de volver sobre nuestros pasos y retomar el camino.
Y supongo que estamos en ese momento. No porque ahora vengan las vacaciones de Semana Santa, que también, y que me darán un respiro (o eso espero) tanto del trabajo como de las clases. Me refiero a que tengo esa sensación en general con todo. Ahora también estamos en un impasse electoral, entre los resultados de las elecciones andaluzas y las que se nos vienen encima, tanto locales como autonómicas, y más adelante de nuevo otro impasse veraniego para nuevas elecciones. Un impasse también en el año académico, en el que después de la semana que viene se acerca la recta final para los exámenes. Un impasse en las oposiciones, que ya las tengo a la vuelta de la esquina y para los que estoy tomando el aliento que puedo, ya que luego sólo me quedará correr como un loco. Este impasse es el que más me preocupa, pero no porque los otros no sean importantes, sino porque es quizá el único que decidirá algo mi futuro. Porque sinceramente espero poco de los cambios políticos que se puedan producir no sólo en este año, sino en un corto plazo de tiempo.
Supongo que uno poco a poco va teniendo menos fe en la humanidad, o al menos en que la gente sea razonable y sensata. Pero parece que últimamente todo el mundo se va radicalizando, haciéndose más extremista y volviendo 50 años atrás en el tiempo. 
Mientras tanto, disfrutaremos este impasse con una buena música, una sidra y en compañía de quien nos haga feliz.





viernes, 20 de marzo de 2015

El vicio de tratar de aprender

Es un título largo, pero me explico. ¿Nunca os ha pasado que quieres aprender algo y cuando estás a medias quieres empezar a aprender otra cosa? Y otra más, y otras, y así hasta el infinito. Pues eso es lo que me pasa a mi.
Me encanta aprender, pero la constancia no es mi fuerte. Resultado: empiezo mil tareas y me cuesta terminar una de ellas. Comencé a aprender inglés (no se me da mal, pero no tengo el título), francés, portugués, catalán, solfeo, piano, cocina, masaje, fotografía, psicología... y surgen miles de ideas de cosas que me gustaría aprender (mecánica, electricidad, photoshop, programación, marketing...), incluso de algunas de estas cosas ya he buscado manuales. Pero al final, no he terminado de dominar nada. Cuando estoy a medias, me aburro, me parece que no avanzo, que es más interesante otra de las cosas que tengo en mente, y empiezo a dedicarle menos tiempo a lo que tengo entre manos para empezar una nueva actividad.
Al final, he llegado a la conclusión que es un vicio. Como el que fuma, o como el que se saca pelotillas del ombligo. Pero ya no es el vicio de aprender. Es el vicio de empezar a aprender. Necesito desengancharme urgentemente, y o bien dejo de empezar nuevas materias, o bien termino alguna de las que empecé. ¡Soy un yonki de los apuntes y los manuales! ¡Y con Internet, la cosa no ha hecho más que empeorar! Tendré que replantearme mi vida (una vez más). ;-)






miércoles, 18 de marzo de 2015

Cuando el lenguaje molesta

Hace días que no pasaba por aquí por problemas personales, que parece que más o menos se van solucionando. No obstante, no voy a hablar de eso, que  ya otro día cuento un poco de mi vida y mis agobios y me desahogo un poco.
Hoy me sorprende la noticia de que a partir de la nueva ley que aprueba el PP de enjuiciamiento civil, los imputados ya no se llamarán imputados, sino "investigados". Es decir, como quedamos tan mal delante de la opinión pública por tener imputados por delito en nuestro partido, tan rematadamente mal por llevarlos en las listas electorales, y como además hemos prometido que no llevaríamos ningún imputado en ninguna lista... sobre todo, como nos hartamos de decir que hacemos mogollón de cosas contra la corrupción... pues hombre, les cambiamos el nombre y ya matamos dos pájaros de un tiro: cumplimos la promesa pre-electoral, y además parece que no han cometido delito, porque investigado suena infinitamente mejor que imputado. Dónde va a parar. Y todos contentos. Ya pueden seguir robando. Y de paso, si empiezan a dar mucho la lata, cambiamos al juez, que eso se nos da bien. ¡Pero ojo! ¡Que a democráticos y defensores de los valores de libertad y justicia no les gana nadie!
En el fondo, me da pena no sólo que estas cosas sucedan, sino que lo hagan cada vez con mayor impunidad y desvergüenza. Que la gente se indigne mucho más por un partido de fútbol que por el expolio que sufre el país. Y sobre todo, que sigan votando a los mismo de siempre y se crean las gilichorradas que les quieren contar unos y otros, que en el fondo son lo mismo. ¡Qué país!



viernes, 6 de marzo de 2015

El miedo a quedarse solo

Hace poco, en relación a la situación de un amigo, pensaba en cómo pasa el tiempo y eso afecta cada vez más al miedo a quedarse solo.
Poco a poco nos estamos volviendo una sociedad mucho más individualista, mucho más separada de sus lazos de amistad o relación con otras personas. Vivimos encerrados en una burbuja en la que no necesitamos, aparentemente, a nadie, pues todo se va haciendo poco a poco para disfrutarlo solo: la comida en dosis individuales, disfrutar del ocio en casa sin necesidad de compañía, comunicarte con otras personas sin necesidad de escuchar su voz... Y a su vez, esa misma individualidad conlleva a unas necesidades crecientes de buscar una pareja para no sentirse solo; porque si antes tenías multitud de amigos a tu alrededor, hoy cada vez se tiene un círculo mucho más reducido que aporte el afecto que se necesita.
Con la edad, esa necesidad de buscar una pareja o un compañero de vida se vuelve mucho más acuciante. No sólo por el paso de la edad, sino también porque con el tiempo, las personas que pudieran rodearte empiezan a tener su propio proyecto de vida: forman pareja, tienen hijos, y nuevas amistades. Y la edad va distanciando más y más, y reduciendo, ese círculo de íntimos.
Es curioso cómo ahora, con muchos más medios de comunicación y de canales que nos acercan, cada vez nos sentimos más alejados unos de otros.
Y en relación a esto, también se puede observar cómo cada vez nos volvemos más exigentes para buscar amigos y pareja. Ya no sólo la persona que nos seduzca tiene que hacernos reír, ser guapo, ser inteligente, vestir bien... sino que además tiene que entrar en el estándar que nos hemos hecho a través de la televisión y el cine, y buscamos la pareja perfecta (incluso para echar un polvo ya no nos vale que sea guapo y nos caiga bien, además tiene que ser nuestro hombre ideal; ¡para un polvo!). ¿Los amigos? Pues que nos den conversación, que nunca nos fallen, y que además sean guapos y exitosos, con dinero... ¿Pero es que nos hemos vuelto loco? ¿Es que para una simple amistad hay que pasar un casting? ¿Es que el concepto de amistad de siempre se ha perdido? Pues a la vista de lo que he podido ver en los últimos años, parece que sí. Mucha gente prefiere estar sola, pero no tener la amistad o las parejas que no entran en su preconcepción de amistad o pareja que se ha ido imponiendo a sí misma. Triste, pero cierto.


miércoles, 4 de marzo de 2015

Horarios a la europea

Leo hoy en un artículo de prensa sobre las bondades de instaurar los horarios europeos en España. Y los leo precisamente en un día en el que me encuentro agotado física y mentalmente, y lo único que desearía es echarme un sueñecito.
Pensándolo así, no sería mala opción esa de entrar a trabajar a las 9 de la mañana. Porque claro, aquí mucho se habla de lo trabajadores que son los europeos, pero lo que no te cuentan es que en la mayoría de las empresas no entras a trabajar hasta las 9 de la mañana (pleno día, sí, y además has desayunado con los primeros rayos del sol, lo que hace que desayunes más tranquilo y puedas cargar energías desde primera hora de la mañana). Que no, que no es un cuento, que eso lo he vivido yo en primera persona. Y vale, que habrá profesiones o empresas que puntualmente tengan otro horario, pero al menos la mayoría trabajan así.
Y la gozada que es llegar a las 6 de la tarde a casa? Eso tampoco te lo cuentan, cuando aquí lo normal es echar horas extra a porrillo y llegar con el telediario de la edición nocturna ya empezado.
Ojo, que yo no me quejo de esa parte de la tarde, al contrario, es la que me permite poder estudiar, ir a academias, y tener otras opciones de ocio por las tardes. Pero tampoco me disgustaría un horario a la europea, que viene a ser prácticamente el mismo que en el resto del mundo. Te levantas cuando empieza a amanecer, desayunas tranquilamente y con consistencia, te vas al trabajo, unas horas, y a la 1 del mediodía te sales a comer algo ligerito, unas horas más y para casa. Cenas tempranito, y puedes hacer vida familiar; para luego dormirte sobre las 22:30-23:00. No estaría tan mal. Descansaríamos más y seríamos más productivos.
Pero claro, aquí lo de la productividad todavía nos suena a chino. Lo más importante es echar horas en el trabajo, aunque sea escaqueándote del jefe y haciendo nada. Que ya si eso el trabajo se hace, pero lo importante es que el jefe te vea que estás por ahí. ¿Para qué lo voy a hacer bien y rápido, si luego lo que cuenta es que esté muchas horas? ¿Para qué voy a acabar pronto la tarea, si luego lo que hacen es encasquetarme lo que no quiere hacer el resto de la plantilla?
En fin, hoy un poco esquemático, sólo he soltado algunas ideas, pero otro día reflexionaré más detenidamente, que aún no tengo del todo claro que esto vaya a parar a algún lado.



martes, 3 de marzo de 2015

Recapitulación y reflexiones de un martes común

Aunque parecía que no iba ya a volver a escribir, aquí estoy de nuevo. Después de un par de días recapitulo un poco de lo que pasó este fin de semana, que si bien no parece muy interesante, sí que me ha dado para reflexionar y llegar a algunas conclusiones.
Por un lado, el sábado fue una mierda de cena. Lo que iba a ser una cena de las dos parejitas, se convirtió en una cena de 5, donde todos estábamos incómodos. Yo por un lado porque me quedaron fatal, ya que parecía que no quería avisar a otros amigos para cenar. El invitado extra porque se sintió desplazado, y porque además vio que evidentemente los cálculos de comida estaban hechos para 4. Y en general un ambiente raruno, donde por un lado el resultado no se pareció al objetivo que yo pretendía (que era conocerse un poco más en un ambiente tranquilo y forjar un poco amistad con las parejas de cada uno), y por otro lado sólo ha servido para general mal rollito entre unos amigos que nos llevamos bastante bien.
En consecuencia, el domingo dormí fatal, perdí un sábado entero cocinando y con la cena, que podría haber aprovechado para estudiar y descansar. Domingo con un cabreo y un disgusto muy tontos, pero inevitables. Es que soy demasiado visceral, y en seguida me afectan las cosas y por mucho que reflexiones no puedo evitar sentirme mal.
Pero como no hay mal que por bien no venga, al menos me ha hecho reflexionar bastante sobre la amistad y los diferentes grados. Como dice mi chico, no todos los amigos valen para todo. Es como un follamigo, que no puede ser un amigo de verdad ni vale como novio. Pues esto es igual. Un amigo puede ser genial para unas cosas y un desastre para otras. En este caso, genial para echar unas risas, salir a hacer deporte y ya. ¿Y para ver una película tranquilos en casa y charlar? Pues parece que no.
La cuestión es que he aprendido que no hay que forzar las cosas, que hay que dejar que vayan surgiendo los temas, y que en definitiva, aprovechar los buenos momentos con lo que cada uno puede ofrecer. Será cuestión de amoldarse a las situaciones y personalidades de cada uno, y disfrutar de los momentos que esas oportunidades me ofrecen.
Y como todo no puede ser un coñazo de reflexión, una canción que no sólo es un mito, sino que además supone la superación y traspasar los límites de lo que se suponía que tenía que ser una canción: Bohemian Rhapsody.