lunes, 14 de noviembre de 2016

Y a pesar de todo, la vida sigue

Hay días y semanas en las que nos dejamos superar por los problemas. No digo yo que siempre sean nimiedades que van a más por nuestras obsesiones y por dejarnos llevar en nuestros pensamientos. Pero la mayoría de las veces no son más que eso, pequeños problemas, decisiones a tomar, que se tornan más y más grandes a base de irle dando vueltas en nuestra cabeza.
A mi me pasa infinidad de veces. Simplemente, por poner un ejemplo, con tener que planificar una salida de viernes y que haya incompatibilidad de horarios, ya me pongo en guardia y empiezo a preocuparme más de la cuenta, en algo que es simplemente un cuadrar cuentas para diversión. Otras veces nos preocupamos por no encontrar la ropa adecuada, por organizar un evento, por una molestia sin más importancia que el que se acrecenta a base de preocuparnos de ella. Todo esto empieza a relativizarse cuando vienen problemas mayores, o cuando, sobre todo, sentimos de verdad lo que es una preocupación, cuando muere alguien tan querido que sentimos una piedra en el corazón, cuando pasan los meses sin encontrar trabajo y hay que hacer más que malabarismos para llegar a fin de mes, cuando una enfermedad grave entra en nuestra casa, cosas que realmente suponen preocupaciones y grandes dificultades difíciles de superar. 
Es entonces cuando el resto de preocupaciones empiezan a relativizarse y vemos con la suficiente perspectiva como para darnos cuenta que nuestras preocupaciones diarias no tienen la mayor importancia que el ponerse manos a la obra para solucionarlas; porque no sólo son solucionables, sino muchas veces ni siquiera eran un problema. En comparación, uno se da cuenta de que no son nada. Es lo mismo que les pasa a la gente que no tiene aficiones ni vida propia, que cualquier cotilleo, una mirada, una palabra, son analizadas con tal detalle que empiezan a cobrar importancia. Supongo que todo es cuestión de perspectiva, de alejarse lo suficiente para darse cuenta de su dimensión.
Y todo esto viene a pensar de que a pesar de lo grandes que puedan parecernos nuestros problemas, a pesar de lo insalvables que puedan parecernos, la vida va a continuar, no merece la pena preocuparse de lo que no tiene importancia.



viernes, 4 de noviembre de 2016

Piel de mariposa

A veces, parece que la gente tiene la piel tan sensible como la de una mariposa. Me explico. No digo yo que haya que permitir la cantidad de burradas que se podían decir hace 10, 20 o 50 años, en las que podías reírte de personas con discapacidad, violencia doméstica, condiciones sexuales, y un largo etcétera de todo aquello que pudiera salirse de la norma. Y si no, sólo hay que recordar los famosos "chistes de mariquitas" de Arévalo (sí, ese ser que sigue paseándose por los teatros de España de la mano de otro tipo igual de gracioso, que se empeña en demostrar su hombría no sea que alguien vaya a dudar de él, que para eso es Bertín el macho). O el famoso sketch de Martes y Trece en el que nos reíamos (sí, yo no voy a negar pasados pecados) de cómo una mujer se quejaba de que su marido le pegaba. O el famoso "Soberano es cosa de hombres", slogan con el que invitaban a todos a demostrar que si eres un macho man español, tienes que beber cosas fuertes y emborracharte (y nada de bebidas refinadas, no vayas a ser un afrancesado), y que las mujeres te deben servir como si fueran un mueble más de la casa. Todo eso provocaban la risa, la carcajada y la hilaridad de millones de españoles, convirtiendo en gags el drama diario por el que tenían que pasar muchos, ya sea escondiéndose de la mirada pública, ya fuese aguantando lo que a diario se les venía encima. Hoy en día vemos estas actuaciones con estupor e incredulidad, la mayoría de las veces pensando si realmente la gente veía normal aquellas cosas en esa época y si realmente era así la vida. Pues sí, no solamente era normal y cotidiano ver estas actitudes, sino que además, para mucha gente, lo sigue siendo. Si no, no se entiende que aún Arévalo venda entradas mientras se queja de que en España ya no se pueden contar chistes de mariquitas, o que se sigan produciendo tantas desigualdades y discriminaciones hacia personas con discapacidad, mujeres, gays, o por ejemplo, personas en edad avanzada.
Pero igual que aquello me horroriza, me asombra cómo van de la mano las redes sociales y la indignación como respuesta a determinadas situaciones actuales, bien sea por los comentarios sobre unas declaraciones de tal, un anuncio de tal otro, o vaya usted a saber. Pongo dos ejemplos.
El primero, unas declaraciones del futbolista Iniesta, en las que un árbitro gay nos cuenta que "Iniesta me dijo que es normal que los jugadores no salgan del armario. 'Mira lo que te ha pasado a ti, imagínate lo que nos pasaría a nosotros'". Vale, pero ¿nos indigna que eso pase? ¿Acaso el que un jugador manifieste ese problema del fútbol lo hace más problema? Creo que simplemente se ha hablado sobre un tabú y la realidad, ni habla a favor de discriminar ni en contra, simplemente cuenta lo que existe. El problema real es esa presión que sufren, no unas declaraciones en este sentido, no entiendo que se le recrimine al futbolista por estas manifestaciones.
El segundo, el anuncio de Chicfy, una tienda de ropa online de segunda mano. Se le tacha de machista y de más porque en él una chica aparece bailando twerking y en un momento determinado la cámara hace un primer plano de su trasero en movimiento. Lo cierto es que ese primer plano sobra y es un poco sin sentido, si bien el anuncio en general no me parece nada diferente de lo que veo los fines de semana si sales de bares, creo que es un reflejo del comportamiento de muchas chicas cuando salen de fiesta. Me parece que lo censurable aquí no es el anuncio (que se retocó en televisión para quitar ese primer plano), sino el hecho de que el twerking es un baile hasta cierto punto degradante para la mujer. Es lo de siempre, la parte por el todo.
En mi opinión, hay que tener sentido común para todo, incluso para aceptar que independientemente de que nos guste un anuncio o una situación o no, hay cosas que no son censurables por el mero hecho de existir. Y que me preocupan mucho más determinadas mentalidades en las que estamos retrocediendo con el paso de los años.