lunes, 24 de octubre de 2016

Año sabático

Hay muchos días que el cuerpo te pide una pausa, sólo que unas veces es una pausa corta como de un cigarrillo (no fumo pero me viene bien despejar la cabeza y que me dé el aire), otros días apetece una pausa de un mes de vacaciones, y hay otros como hoy que lo que me apetece es un año sabático. Pero años de estos de no ver a nadie, de aislarme del mundo hasta haberme encontrado a mí mismo. 
No es que me encuentre mal, simplemente es que llevo unos días que no me apetece ver a nadie, me apetece estar en soledad, en silencio conmigo mismo. Meterme en mi habitación a hacer mis tareas, jugar al ordenador en silencio, simplemente dejar que el tiempo transcurra por mis venas, me traspase y me tranquilice. Que el tiempo me acune y me reconforte.
Puede que todo esto no sea más que una consecuencia de los días mortecinos que están pasando, o del hartazgo de tener que tratar diariamente con personas, que poco o nada me interesan sus conversaciones y sus problemas. Ahora me interesa centrarme en los míos, centrarme en mí. Y no, no estoy deprimido, simplemente necesitaría un año para dedicármelo a mirar en mi interior y volver a ser aquel que era, con sus intereses, su cabeza en su sitio y su felicidad innata.



martes, 18 de octubre de 2016

Nuestra burbuja

Todos vivimos aislados en una burbuja. Inevitablemente, debemos aislarnos del resto del mundo para tener una intimidad personal, queramos o no, es inevitable. Lo que nos hace diferentes es la capacidad que tenemos de elegir esa burbuja y su tamaño, lo transpirable y penetrable que es, y la capacidad para salirnos de ella.
No hablo de "la burbuja" como ese espacio vital que necesitamos para movernos, y que normalmente se refiere al espacio de cortesía que hay que dejar entre una persona y otra para no invadir su espacio personal (que es tan grande o tan pequeño como la aglomeración donde estemos y la empatía del prójimo). Hablo de la burbuja mental y de conciencia.
Pienso muchas veces que nadie tiene la capacidad para ser consciente de todo lo que le rodea, porque eso requeriría una cantidad de energía y de capacidad mental para la que no estamos preparados. El cerebro, por mera eficiencia, está diseñado para conseguir el máximo con la mínima cantidad de energía posible, y por eso hace que muchas veces ni siquiera percibamos cosas comunes, repetitivas, o irrelevantes para nuestro funcionamiento. Y esa eficiencia hace que hechos que pasan a nuestro alrededor pasen desapercibidos, bien porque estamos acostumbrados, bien porque no nos resulten relevantes en nuestra "supervivencia". Nuestro cerebro nos pide tener esa burbuja para poder funcionar correctamente. 
Es por todo esto por lo que nos volvemos inmunes a un mendigo, a los refugiados de guerra, a las hambrunas en países devastados por la climatología, a los niños explotados, a los ancianos en soledad, a las familias desahuciadas, a las familias en paro, y un largo etcétera. Son situaciones dolorosas, que sólo nos remueven la conciencia cuando una televisión se hace eco de ellas y les da publicidad, para a la semana siguiente pasar desapercibidas y dejar de existir, tanto en las noticias como en nuestra conciencia



martes, 11 de octubre de 2016

Seguimos en funciones

Pues a día de hoy seguimos con Gobierno en funciones. Parecía que con la revolución interna del PSOE el camino iba a ser fácil, evitábamos las terceras elecciones y todo acabado y cerrado durante "se supone" cuatro años más. 
Supongo que internamente se estarán manteniendo contacto, haciendo gestiones que no se revelarán hasta el último momento, y finalmente se convocará una sesión del Congreso para volver a votar. No obstante, a raíz de las últimas encuestas que daban una importante subida de escaños al PP, ¿quién sabe los planes que se hacen unos y otros para sí mismos?
En cualquier caso, me la trae al pairo, tanto me da lo que hagan o dejen de hacer, porque llegado un punto, uno lo que se da cuenta es de que el país sigue funcionando "a pesar del Gobierno". Y si soy sincero, ese lado hijoputa que todos tenemos, me pide fiesta, y me parecería divertido ver unas elecciones el día de Navidad, incluso aunque me tocara en una mesa electoral. Nadie me privaría de tener una barrita de turrón o dos escondida debajo de la urna, para ir cogiendo trocito a trocito y bebiendo de mi petaquita un chupito de anisete para que vaya bajando. Al fin y al cabo, ¿dónde dice que uno no puede divertirse en una mesa electoral? ¡Es la fiesta de la democracia!


lunes, 10 de octubre de 2016

Lo que menos apreciamos

Pasa muchas veces que tendemos a no valorar determinadas cosas que si lo pensáramos fríamente serían las que más valor tendrían. Eso pasa por ejemplo con la familia, los amigos, la salud, el bienestar en general, disfrutar del sol, de una brisa ligera en el rostro, de la paz, de la seguridad. Hay muchas cosas que damos por seguras porque siempre las tenemos ahí. Son esas cosas que no parecen tener un hueco en el día a día, no nos preocupan, porque damos por hecho que van a continuar en el tiempo. Y sólo somos conscientes de ellas en el momento en que las perdemos.
Es en ese instante cuando de repente acuden mil sensaciones a nuestra mente, y pensamos en todo lo que podíamos haber disfrutado de ellas y no lo hemos hecho. Esos paseos con temperatura primaveral que no hemos dado porque nos apetecía más estar sentados viendo la tele. Esos ratos de charla con los padres porque preferíamos encerrarnos a jugar al ordenador. Esas tardes con amigos que hemos pospuesto por qué se yo. Y sólo cuando pensamos lo que no hemos hecho, le damos el valor real que tienen. Y ponemos en una balanza todo lo que nos ocupa el tiempo, y nos damos cuenta de lo tonto que fuimos por dedicarlos a cosas inútiles. Muchas veces hemos echado el rato muerto leyendo Twitter, viendo vídeos de Facebook, viendo un programa de la tele que no nos interesa, buscando información de esa cosa que jamás vamos a llevar a cabo, y mil prioridades que no tendrían prioridad alguna si observáramos el todo y no la parte.
Esas cosas que no apreciamos, intangibles pero que siempre están con nosotros, esas son las que más valen.



miércoles, 5 de octubre de 2016

Lo que me sobra es el trabajo

A veces da uno en pensar que no tiene tiempo libre, que apenas da de sí el día para todas aquellas cosas que uno quiere hacer: atender la casa, preparar la comida, estudiar idiomas, pasar tiempo con la familia, estar al día en series y películas, leer un libro, echar ratitos de café con amigos, y una larga lista según la persona. Y así se nos ve estresados, agobiados por no poder abarcar todo, no tener tiempo para nosotros, para salir a dar un paseo o hacer un poco de ejercicio, tumbarnos en el sofá escuchando música y relajarnos, no disfrutar lo suficiente de la vida, de los amigos, de la familia. 
Muchas veces me he parado a reflexionar cómo hacer una mejor gestión del tiempo, para al cabo darse cuenta de que por más encajes que haga, por más que lo intente, siempre algo tiene que quedar atrás. Aveces, ese atrás llega a ser incluso el sueño y el descanso, lo que repercute posteriormente en un malestar y tener que parar en algún momento. Y es que si algo me ha quedado claro, es que a mi no me falta tiempo libre, me sobra el trabajo. El sueldo no, vale, lo reconozco. Pero sí las horas echadas en la oficina, muchas veces meras horas presentistas en las que simplemente permanezco para cumplir el tiempo porque las tareas ya están terminadas. Esas horas se podrían dedicar... no sé, por ejemplo a hacer deporte, o a hacer yoga. Algo productivo, vaya.



lunes, 3 de octubre de 2016

Me gustan los líos

Y no me refiero a los líos como sinónimo de problemas, sino que me gusta liarme en mi vida, en general. Y es que no hay actividad en la que diga "creo que paso". Se presenta una oportunidad y en seguida estoy pensando en cómo podría encajarla en mi vida, ya sea el coleccionar algo o, como en este caso, el realizar una actividad más. Como si ya tuviera poco con lo que tengo (que no sé de dónde voy a sacar el tiempo), ahora estoy planteándome si empezar a estudiar clarinete.
Vale, es un poco extraño, lo sé. De hecho, hasta hace no mucho no me había planteado añadir más instrumentos musicales a mi currículum, pero sí que me apetecería estudiar cello, porque me parece un sonido precioso, tan suave, tan cautivador, que es imposible negarse a sus encantos. Pero en vista de que no hay posibilidades de estudiarlo aquí, y de momento es imposible desplazarme para recibir clases fuera, no tengo si no que renunciar temporalmente a disfrutar y sufrir con el cello. Y en vista de que este año mi escuela de música amplía su oferta, el clarinete no me parece una mala opción. Sin duda, mucho mejor para mi que una trompeta o un saxo, y eligiendo entre flauta y clarinete... creo que la opción es clara, la flauta me produciría dolores de cabeza con los agudos y no me veo tocando de medio lado (con perdón por mi desconocimiento, pero la postura me parece harto incómoda). 
Así estoy ahora, debatiéndome en si tirarme a la piscina y liarme más, o hacer caso a mi cabeza y a la cordura y renunciar a esta oportunidad. ¿Quién dijo miedo?