Hoy parece que volvemos a lo mismo. Se restringen las libertades del individuo y de los colectivos (evitando que se proteste en las calles bajo multas generosas), se vulnera la seguridad jurídica (si no nos gustan las resoluciones judiciales, quitamos a los jueces de en medio), y sobre todo, se evita que se publicite una imagen negativa del Gobierno y de las actuaciones policiales.
En definitiva, no se trata de aumentar la seguridad de los ciudadanos, ni se hace la ley pensando en ello. Ni siquiera tenemos en cuenta los preceptos ni el espíritu de la Constitución Española (el hecho de que las penas privativas de prisión tengan por objeto la reinserción social se rompe al incluir la cadena perpetua como pena para determinados delitos), Constitución que ha sido tan arrogada por unos que se erigieron en defensores a capa y espada de unas palabras en las que sólo creen a medias, y que en otras partes... pues como que no creen y son meramente "intenciones" y no preceptos.
Y mientras seguimos retrocediendo años y años en los logros democráticos que hemos conseguido, recordarles a estos (piiiiiiiiip) un lema de la revolución del 68, que tantas veces veneran como si de verdad creyeran en ella:
En fin, que Dios nos coja confesados...
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