sábado, 28 de febrero de 2015

Autoaceptación y confianza

Ahora que tengo un momentito para sentarme entre tareas del hogar y cocinar, me paro a reflexionar un poco sobre la confianza en uno mismo. Os cuento. Mi pareja y yo tenemos una pareja de amigos con los que nos llevamos bastante bien y nos sentimos a gusto. Desde hace tiempo le vengo proponiendo que preparemos una cenita los cuatro juntos, y por unas cosas o por otras (principalmente por motivos de trabajo, ya que ellos trabajan en el sector comercio) no han podido (o eso supongo yo) organizar nada.
La pasada semana, casi pillados a traición, les dije que si el siguiente sábado él trabajaba en turno de mañana, pues por la noche podríamos hacer una cenita en su casa, y puesto que a su novia le parecía bien, quedamos en eso. Todo bien, nosotros preparando los postres y bebidas que vamos a llevar a la cena, y en esto que el día antes me dice que por qué no invitamos a un par de amigos más.
El caso es que no me importa, si no fuera que lo que habíamos planeado es una cena entre cuatro. Es decir, para charlar entre nosotros, conocernos más, echar unas risas y sentirnos cómodos. Para quedar con otra gente, o más gente directamente, pues ya habría más ocasiones y planes.
Y es en este punto donde entra en juego mi subconsciente y me juega malas pasadas. Por una parte porque soy una persona muy insegura, y por otra, porque tengo la sensación de que busco permanentemente agradar a los demás y que me den su aprobación. Y empiezan a surgir dudas: ¿será que no quieren quedarse solos con nosotros? ¿Será que les aburrimos? ¿Será que fui demasiado insistente y en realidad no querían cena alguna en parejas? Total, que esa falta de aceptación y confianza hace que lleve un día dándole vueltas al tema, y seguramente haga que hoy sábado no me sienta completamente cómodo y seguro como para pasar una noche agradable entre amigos.
Y yo, que intento ser la persona más razonable y cabal del mundo, no puedo evitar razonar sobre "si no hubieran querido quedar, no hubieran quedado". Y aún así, la parte irracional está ahí pujando por salir y fastidiar algo que no tiene más importancia ni relevancia.
Por cierto, esta historia no tiene moraleja. Simplemente plasmo aquí reflexiones para descargar mi cabeza. Y porque me da la gana, por supuesto, jeje. Ya contaré el resultado.




No hay comentarios:

Publicar un comentario