Como todos los años, empiezan los anuncios navideños, empiezan a verse los brillos, los anuncios de colonia y juguetes, los catálogos gordos como una guía de teléfono, los polvorones a la entrada de los supermercados, las calefacciones soporíferas rozando la indecencia, y, por supuesto, el anuncio de la Lotería de Navidad.
En realidad es el único anuncio así interesante que se espera cada año, después de que los anuncios de Freixenet se convirtieran en anodinos y cutres, unos más del montón: donde antes había estrellas de Hollywood y glamour, ahora quedan los actores españoles que salen en la serie de turno. (Si acaso, podemos esperar a ver si los de Campofrío nos sorprenden con ternura un año más, pero es difícil seguir una trayectoria así sin repetirse.)
Y el anuncio de la Lotería (así, sin aditivos al nombre), llega plagado de polémica y un poco de decepción. Primero, porque es más de lo mismo del año pasado: uno que se "olvida" de jugar a la lotería, y la bondad de la gente hace que reciba su premio por ser tan "buena gente". Segundo, porque, dentro de la ternura y lo bonitos que son los dibujos y el escenario elegido, recuerda demasiado al abuelete de Up, y claro, si algo no se perdonan hoy en día son los plagios y las copias. Y tercero, que esto ya no me acabo de aclarar si es verdad o no, y los rumores de Twitter son... son... bueno, más rumores que verdades; al parecer se han alzado voces diciendo que los animadores son suecos, y no españoles.
¿Para mi? Que se dejen ya de tanta ñoñería. Prefiero mil veces el anuncio de Raphael y la Caballé antes que este, por lo menos se sacaba la sonrisa. ¡Y un poquito más de alegría, señores! Que es Navidad, fechas de fiestas, de celebrar, de reunirnos con la gente, de reír, de felicidad, y si te toca la Lotería, de aún más felicidad si cabe. Eso sí, de todos, yo me quedo con el anuncio del calvo, el primero, irrepetible como ninguno.
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