Dicho lo cual, prefiero reflexionar sobre algo que realmente me afecta: las actividades escolares. Véase como actividades escolares cualquiera de las actividades que llegan con el otoño y las fechas de septiembre/octubre. En mi caso, los idiomas de portugués e inglés, teoría musical y piano, y teatro, amén de el nuevo curso de oposiciones. Sí, que visto así parece mucho. Y lo es para el tiempo libre de que dispongo, por eso me vienen los agobios otoñales y de estudiante. Y es que llegado el momento, uno empieza a apuntarse a actividades como si el invierno tuviera 15 meses y no fuera a acabar nunca, y el encierro en casa fuera eterno. Pero no, las tardes de invierno no dan para más, y luego llegan los momentos de agobio y tensión, el correr porque no llego, y el pensar "qué calentito se está en el brasero viendo películas". Porque sí, yo también soy de brasero. Y cuando llega el final del invierno, empiezan los abandonos de actividades para quedarte tan sólo con las fundamentales. Todos los años nos pasa igual, pero no hay remedio. Y es que es llegar septiembre y nos entra como una fiebre por hacer, por acumular, por coleccionar. Como si fuéramos ardillitas acumulando frutos secos para el invierno. Creo que algo de eso hay, algo de acumular, aunque sean conocimientos y entretenimiento. Supongo que por eso también en septiembre empiezan todos los coleccionables, de esos que uno diría: ¿pero quién cojones acumula piezas de una calavera / botes de farmacia en miniatura / muñecas rusas del mundo / o mierdas de ese estilo? Pero claro, es lo mismo que me entra a mi con los cursos y las actividades, que parece que nada va a ser suficiente para cubrir el aburrimiento que supone vivir un invierno en un pueblo donde a las 8 de la tarde ya están todas las tiendas cerradas y la calle parece Chernobil en día laborable.
Así que ahora sólo me queda mucha energía, poco dormir, y un invierno laaaaaargooooo. Winter is coming. Y el invierno será duro...
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