martes, 18 de agosto de 2015

Las ferias de los pueblos

Siempre han estado ahí y parece que van a seguir estando durante mucho tiempo. Aquellos que somos de pueblo (dicho así con todas las letras y con orgullo), hemos vivido las ferias de nuestro pueblo desde que éramos pequeños. Y no, no tienen nada que ver con las ferias de ciudades grandes, donde, sinceramente y con perdón, no se entiende lo que es una feria en condiciones. Cuando nuestros padres nos llevaban a los cacharritos, y nos montábamos en los caballitos, los trenecitos con formas de lo más variopinto, los coches de choque; entonces no se llevaba aquello de los castillos hinchables, que parece ser hoy lo más socorrido. Luego pasarse por los puestos donde vendían turrón (¿de verdad es buena idea comer turrón en pleno verano?), fruta escarchada (ídem), y un juego de escopeta de plástico y estrella de sheriff, que nos compraban a precio de oro a regañadientes para no aguantar un ataque de gritos y lloros en medio de la multitud.
Y después, irse a comer al paseo del pueblo un heladito o una granizada. Y acercarse a la plaza del pueblo a bailar con la orquesta que tocaba la Lambada o la Sopa de caracol, o alguna de estas canciones que se ponían de moda en verano y que a los dos días uno ya aborrecía, pero que en cuanto sonaban te tirabas a la pista a hacer el tonto. Y salir por la noche arreglado como si fueras a una boda con camisa, pantalón de pinzas y mocasines. Y ver a tu madre con los labios pintados y pensar que por qué no se pintaba todos los días con lo guapa que estaba. Y luego volver a casa sin sueño "porque es tarde" y desde tu cama seguir escuchando la música de la verbena y del Canguro, y pensar que cuando seas mayor vas a estar hasta las 8 de la mañana y vas a ver la vaquilla, y saber que la música de la verbena terminó a las 4:10 y que tu hermana volvió a casa a las 7 y se fue directa al frigorífico antes de irse a acostar.
Y así más o menos eran las ferias de mi pueblo, y de la mayoría de los pueblos, y de las que hemos vivido la gente de mi edad, de mayor y de menor edad, y que con algunos cambios seguirán viviendo nuevas generaciones de niños en todos los pueblos. Y que siempre seguiremos recordando con cariño y diciendo: ya la feria no es como antes. Y a menos que vuestros abuelos sean de pueblo, los de ciudad no habrán disfrutado de esta experiencia única, personal e intransferible.



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